viernes, 22 de abril de 2011

Porqué escribo

Uno no siempre tiene ganas de escribir,
pero el mundo, el país, avanzan.
Y uno respira el amor que exhalan
las blancas risas de los niños,
la bronca y gruesa carcajada
de hombres y mueres que construyen,
sólo con la fuerza de sus brazos,
la riqueza y el destino del mundo.
Uno ama su país y el lugar que le toca,
a pesar de sus historias siniestras,
obispos olvidados de la belleza de Dios;
de genocidas uniformes,
de letrados de la infamia,
y uno tiene también
muertos cargados en la memoria,
como llamaradas exigentes;
mujeres amadas,
hasta la desesperación y la locura;
multitudes de jóvenes andando,
sin más equipaje que su optimismo,
y la seguridad de la victoria.
Uno sabe que algún día,
indefectiblemente tiene que partir
(a veces los poetas tienen
el extraño capricho de morirse)
Y vendrán los hijos, y los hijos de los hijos,
y los hijos de los hijos de los hijos,
Y quizás, alguna vez pregunten:
¿Qué fue de aquel poeta?
¿Qué hizo de su vida?
Y entonces volveré para decirles:
Nuestro oficio,
es cuidar, vigilar, el tiempo, la memoria,
hasta el día del mundo que habrán de construir
inexorablemente

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