domingo, 30 de septiembre de 2007

los poemas que jamás escribimos

como un presagio
juguete de una rueca delirante de urgencias
alguna noche reclamo en el incendio
refugio en la voz de un amigo

frente a su puerta aspiro una grave alegría
que ronda la tristeza
expiro las vergüenzas las muertes sin rescate
las sombras que me acechan
al dorso de mis sombras

atravieso sus puertas y me envuelve
un fuego de caminos
un diálogo de sueños
un múltiple monólogo
un silencio de música
un coro de silencios

la casa se llena de luces y fantasmas
Miguel Hernández pasea por la sala

las mujeres que amamos
golpean las ventanas
los poemas que jamás escribimos
y la sangre que vuela astillada y filosa
al tuétano del hombre


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