Hay mañanas calientes,
que uno se despierta empapado de tango,
el olvido arriba y la bronca abajo,
el asombro triste, bolsillos vacíos,
inquietudes mudas, nadrugadas ciegas,
mi hermano vencido,
herido de río fuera de su cauce,
que cayó una noche, náufrago y suicida,
por los arrabales del odio y el hambre.
Es el momento justo
de cebar unos mates,
tomarlos con calma
y entrar en la calle,
silbando entre dientes,
un tango orillero y compadre,
porque no es la cosa
querer olvidarse
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