te debo este poema compañera
desde tanto coraje silencioso
desenredando mis golpeados pedazos
que no recuerdo en qué atmósfera dorada
tu sonrisa se preñó de sonidos
tus manos doloridas
determinaron el clima de mi canto
tu imagen me vigila
a veces ardiente pedernal
sobreentendida a veces
en la cristalería del viento
quizás la implacable urgencia
de este rumor caliente
que muerde nuestros pasos
quizás tu permanente velar
como un sólido peñón en la corriente
nos hace atravesar por tu ternura
casi sin darnos cuenta
seguiré escribiendo este poema
mientras en la vastedad de tu vientre
siguen naciendo pueblos
desbaratando las trampas de la muerte
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