En esta cuestión me metí solo.
Nadie me empujó,
al contrario, me enseñaron,
no hay que pensar, es el destino.
Para que pelear
si al final, siempre es lo mismo.
¿Quién me dijo a mí que las palabras?
Que una ilusión
puede más que una cuenta bancaria.
Que una mano tendida puede cambiar el día.
Que este trajinar por adverbios y metáforas,
puede despertar las mariposas
escondidas detrás de la armadura.
Nadie me mandó, esto es lo cierto,
también la diferencia.
El sumiso tiene un dueño,
Un miedo, un cielo con portones.
Nosotros, todos los miedos,
una camisa rota de sufrir latidos,
un poema que leímos juntos,
alguien, a quien jamás olvidaremos.
Y unas ganas inocentes y enormes
de cambiar esta vida que nos dieron
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