¡Qué terrible destino para ofrendar tu vida1
¡Qué cruel fuiste mujer,
con tu propio destino1
Anoche tuve miedo, lo confieso,
por tanto sentimiento acumulado,
en ese frágil cuerpo de junco y de cristal,
en ese duro continente
de música y de acero.
Anoche fuiste esclava y dictadora,
por un instante de todos los instantes.
Tomaste por asalto, los ojos y los pechos,
las penas más guardadas.
Ten cuidado mujer,
del vendaval que desatan tus voces,
del torrente que liberan tus manos,
de esa herida que golpea las viejas heridas.
Ten piedad de nosotros
Más no tengas piedad con nosotros.
Anoche te encontré,
entera, soberana,
y ya no te conozco
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